Falleció en Parera, Carlos Alberto Acosta, «El Pampa Errante»

Feb 10, 2022 IMPACTO INFORMATIVO Locales, Regionales 0

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Comenzó a funcionar el restaurante y cafetería en la Terminal de Ómnibus

ESTO ESCRIBIÓ EN EL 2003 LA QUERIDA COLEGA GLADYS SAGO SOBRE «EL PAMPA ERRANTE»:

Para cualquier paisano constituye todo un ritual, la presencia del animador en domas y jineteadas. Con las pilchas gauchas correspondientes, desde el micrófono recrea hasta lo que pasa por sus ojos, y de ese modo, verseados, aparecen los pelajes equinos, el porte del domador, su lugar de origen y las costumbres heredadas.

Un domingo de julio un centro tradicionalista de Realicó organizó una jornada a pleno campo y la tarde soleada permitió dar rienda suelta (en el sentido literal del termino) a la relación del hombre y su caballo y a esa antigua lucha de poder hasta amigarse.

Ese día, desde el improvisado palco de un acoplado de camión, un hombre de 58 años con sombrero, bombacha y botas negras, pañuelo al cuello con sujetador con la imagen de un caballo y chaleco tambien negro con la guarda pampa, comenzó a transitar otra etapa de su vida.

Una vida que lo llevó a reflexionar que con problemas en la dentadura no daría buena imagen y mucho menos podría pronunciar sus décimas. Solucionada la cuestión estética, al cabo de seis años,decidió volver a dejar volar su imaginación.

Nacido en Parera,en el norte pampeano, Carlos Acosta empezó de chiquilín a integrar en Caleufú, otro pueblo cercano, las delegaciones de los Centros Juveniles Agrarios, de la Federación Agraria Argentina, que nucleaban en los encuentros a jugadores de bochas, cantores, recitadores y jinetes.

En una oportunidad,en una doma para aficionados,el animador de turno mientras recitaba versos del «Martín Fierro» pidió ayuda a alguna delegación y Acosta levanto la mano.

Nunca había actuado,pero se gano su apodo para siempre. Desde aquel octubre de 1969 es «el Pampa Errante».

Cuenta que leyó muchos libros de literatura gauchesca, de geografía pampeana,de poemas camperos y comenzó a «andar de fiesta en fiesta, de jineteada en jineteada; a veces me pagaban,a veces no me daban nada».

Recorrió toda La Pampa y dice que llego a conocer siete provincias como animador de jineteadas, hasta 1997 «cuando abandoné después de la fiesta del bandolero Vairoletto».

Y recuerda que estuvo allí, en San Pedro del Atuel, en el sur mendocino, y compartió la vigilia de las velas, el asado, las tortas y palabras hasta el amanecer santo, «de pampeano a pampeano», aclara.

Mientras en su rostro curtido, al que cruzaron tantos vientos, se escapara cierta melancolía de su mirada, el Pampa Errante es fiel a su destino de decidor y pregunta dónde será publicada la charla. Piensa un poco y con hablar pausado ofrece sus dichos: «Y en un bello atardecer/me están haciendo esta nota/de adentro mi pecho brota/esta respuesta un halago/periodista Gladys Sago/bajo una misma bandera/por Realicó y por Parera/que son dos pueblos hermanos».

Se apura a frenar otra pregunta con un leve gesto de su mano y su figura se recorta -con el codo apoyado en la rodilla- en un cielo con tintes rosados.

Rompiendo el silencio

Todavía humea la parrilla cercana y el silencio se adueña de la tarde. El hombre se concentra, une el índice con el pulgar y su mano marca con suavidad el ritmo de sus palabras.Y arremete: «Periodista Gladys Sago/ya me entro a despedir/y al punto le voy a decir/con el acento pampeano/y así en tono campechano/en esta rueda campera/al despedirme quisiera/bajo este cielo de Dios/con un ¡viva Realicó! y otro ¡viva Parera!./Bueno al punto me despido/y al despedirme quisiera/que su gaucha lapicera/escriba este humilde verso/que lo hago con sumo esfuerzo/por mi gaucha tradición/y henchido de emoción/`Pampa´ noble y corajudo/le envio mis saludos/al gran diario LA NACION».

La esencia criolla le aparece ya hasta por oficio. Cubre las distancias porque sabe que siempre sera capaz de romper el silencio, y no se preocupa, el horizonte es inmenso y hay que meterle sueños a la vida para despertar la sangre y descubrir la pertenencia. ¿Acaso allí arriba,cerquita, no más, no está la Cruz del Sur?

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