Mar 30, 2022 IMPACTO INFORMATIVO Entretenimiento, Locales 0
«Una repostera de casi 100 años» es una linda nota realizada a «Pepa», un hermoso personaje realiquense, por colegas del diario La Arena y Radio Noticias de Santa Rosa. Y retrata además, parte de la historia de la localidad.
La voz sonaba limpia, cantarina… del otro lado de la línea telefónica -una llamada de un celular a un fijo- una mujer hablaba y su palabra sonaba casi como si se tratara de nuestra Mirta Losada, con una manera de expresarse nítida y clara. Pero no se trataba precisamente de Mirta -la periodista de Radio Noticias de excelente voz en su espacio de las mañanas- la que se expresaba, sino de Josefa Alieta Damilano, para todos los realiquenses Pepa. Simplemente Pepa.
Una personaje de la localidad norteña a la que todos conocen allí, porque hace más de siete décadas -sí, más de 70 años- se dedica a la cocina y ahora particularmente a la repostería. Y la sorpresa en cuanto al timbre de su voz -para nada añosa o quebrada por el tiempo- tiene que ver con que Pepa, a la que muchos no la conocen por su verdadero nombre aún en su pueblo, tiene 99 años… nada menos.
Nacida en Alta Italia, y estuvo radicada en Falucho antes de llegar a Realicó donde reside desde hace más de 70 años, Pepa cuenta que su padre Antonio trabajaba de peón en un campo de la zona; y su mamá era -como casi todas las madres en ese tiempo- ama de casa. El matrimonio tuvo seis hijos entre ellas Josefa, quien iba a ser conocida desde siempre como Pepa.
Ella se ríe al principio cuando le decimos que la llamamos de LA ARENA para hacerle una nota… Se niega de entrada, pero después acepta una comunicación para el día siguiente.
Pepa era casada con Luis Ibáñez -fallecido hace varios años-, trabajador del Ferrocarril, con quien tuvieron dos hijos: Norma y Luis Angel, que a su vez le dieron cuatro nietos y 11 bisnietos.
Doña Petrona.
Cuenta que fue a una escuela rural donde aprendió a leer y escribir, y que con el transcurso de la vida le tocó hacer «un poco de todo. Sobre todo porque tenía una máquina de tejer» y con ella se las rebuscaba para «distintos trabajitos». Pero una circunstancia, fortuita si se quiere, hizo que empezara a cocinar y hacer de este arte su oficio: «Llegó a mis manos un libro de Petrona C. de Gandulfo, y con sus recetas me inicié», rememora. El texto se llamaba «Doña Petrona», quién fue en nuestro país pionera en esa clase de programas televisivos que enseñan a cocinar y que hoy se pueden ver por distintos canales.
Cabe decir que el cronista -después de la conversación que mantuvo con Pepa telefónicamente-, recibió el aporte de Carlos Rodrigo, ex intendente y conocido escritor de Realicó, quien obviamente conoce y mucho a la protagonista de esta historia de por aquí nomás.
Lo que no deja de llamar la atención en Pepa es su longevidad y el espíritu enhiesto con que afronta cada mañana «teniendo ganas siempre de hacer algo, poniéndole alegría a las cosas», afirma.
Casa en el Plan Ruca.
Rodrigo aporta datos, y señala que durante la administración del intendente Armando Mattio, se inauguró frente al Hospital Virgilio T. Uriburu el primer barrio de viviendas del Plan Ruca; tal vez uno de los mejores que se conservan en la actualidad en Realicó.
Una de ellas, la de la esquina de Indios Pampas y España, le tocó al matrimonio Josefa «Pepa» Damilano y Luis Ibáñez. Pepa, siempre con su espíritu emprendedor, entusiasmó a su esposo, por entonces empleado ferroviario, y con mucho esfuerzo construyeron un salón con la idea de continuar en el rubro gastronómico que, con tanto éxito habían desarrollado en su domicilio anterior.
Al cabo de algunos meses resultó que cuando Pepa y Luis terminaron el salón sus ahorros habían quedado prácticamente agotados y era necesario renovar muebles, heladera, cocina, vajilla, cortinados, etc., lo que naturalmente demoraría por un tiempo la inauguración del restaurante.
No obstante una mañana acertó a pasar por allí un amigo de la familia: el doctor Salem Ale, propietario de uno de los comercios más importantes de Realicó en el rubro mueblería, bazar, artículos de electricidad, etc. El hombre entró a conocer lo que se pretendía sería la nueva casa de comidas del pueblo.
De la amable charla Salem dedujo que la demora de la inauguración del local obedecía a que sus amigos no contaban, por el momento, con los recursos para la compra de lo necesario.
Amigos son los amigos.
Salem se despidió de Pepa y Luis deseándoles suerte, pero sin hacer otros comentarios. Pocos días después los asombrados dueños del flamante local vieron con asombro bajar del camioncito de Casa Ale, mesas, sillas, cocina, vajilla y todo lo necesario para abrir un coqueto restaurante y cumplir la anhelada inauguración.
Y todo a pagar como pudieran y cuando pudieran. «Sí, nos vimos muy sorprendidos por ese gesto, porque el comerciante no sabía si íbamos a poder hacer frente al compromiso de semejante gasto», admite ahora Pepa.
Un personaje.
Pasados los años se convirtió en la cocinera más famosa de la cena, y sus delicias estuvieron presentes en cantidad de casamientos, cumpleaños, despedidas y cuanta fiesta importante se realizara por la zona. «Fue un tiempo de muchísimo trabajo, a veces durante toda la noche porque teníamos que terminar de cocinar el mismo día lo más cerca posible de la fiesta, porque eran épocas donde las heladeras no alcanzaban», evoca Pepa.
Hoy en día por supuesto lleva adelante su tarea sin apuros, y ya no hace aquellas tortas de cinco pisos que eran tan características en su producción. Aunque sigue trabajando porque «con alegría se puede hacer todo», parece recomendar.
Pero en un momento no quiere seguir hablando: «¡Bueno basta!», ordena risueña pero sin dar lugar a más preguntas.
Y es verdaderamente lindo encontrarse con un personaje así, que a sus 99 años, sigue deleitando con sus tortas y exquisiteces. Ella es simplemente Pepa, la repostera de Realicó…
Vermú con picadita y pescafrit.
Carlos Rodrigo, que con un grupo de amigos frecuentaba el salón comedor de Pepa y Luis, menciona algunos recuerdos: «El primer emprendimiento gastronómico que tuvieron Pepa y Luis, instalado en su propio domicilio, era pequeño pero acogedor. Los aromas y sabores de la variedad de comidas que ofrecía el menú eran ¡irresistibles!».
Pero no le iba en zaga su ‘vermú con picadita’ que -los fines de semana especialmente-, eran la atracción y colmaba de clientes el saloncito.
Una tardecita el buenazo de Luis, que oficiaba de mozo, se acercó con la bandeja y nos dijo: -¡Prueben esto! Era una especie de papas fritas pero de un exquisito sabor a pescado, o algo parecido.
-¿Qué es? Le preguntamos.
-Es un producto nuevo, se llama ‘Pescafrit’-, respondió.
Desde ese día y por largo tiempo el Pescafrit era infaltable en nuestras ‘picaditas’, hasta que un día casi misteriosamente el producto desapareció del mercado. Muchas veces, al evocar las cosas que desaparecieron nos acordamos y pareciera volver a envolvernos aquel sabor a pescadito.
Hoy, al recordar el primer emprendimiento de Pepa y Luis y sus impagables ‘Vermú con picadita’, se me ocurrió ‘Guglear’ en internet la palabra Pescafrit y descubrí que en Mar del Plata, en la banquina, se vende en envases de 4 kilos; supe, también, que es un snack que está hecho en base al langostino, y que hay una verdadera legión de fanas del Pescafrit que se han alegrado de su retorno y ya lo están pidiendo por Correo Argentino…».
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